Y qué carajo hago, desahogarme escribiendo porquerías con cierto matiz de suicidio. Besar labios temblorosos que mas tarde serán precursores de una despedida inmediata. Ya no lloro, ya ni si quiera lloro. Para llorar hace falta sacar fuerza, y yo de eso cada vez tengo menos. Que haría desaparecer a medio mundo, sin duda, que la mitad no se merece una mierda de lo que tiene.
Yo seguiré charlando con Kurt Cobain en noches en las que cuesta perder la desesperanza. Mataré a mis demonios en alguna noche en la calle antes de volver a mi casa y desearé retroceder en el tiempo a cuando el sol de los demás cegaba menos. A cuando una caricia importaba mas que una duda, a cuando una sonrisa destrozaba la guerra interna, a cuando la muerte importaba solo por miedo a dejar de sentir...
Cada vez siento menos, no lloro, ya ni puedo llorar.